lunes, 10 de marzo de 2014

El transcurrir del tiempo desde el punto de vista de la economía.

En ese momento eran contras. Cuando uno quería que su cumpleaños llegara, el tiempo era eterno.  Se contaban los meses, días y horas, y aun así, parecía infinito el esperar.  Sucedía lo mismo con los años escolares; los seis años de primaria se veían como un reto de nunca acabar. Pero llegó la secundaria. Y luego la preparatoria, y la percepción cambió para siempre. Cada vez rendía menos. Las semanas y los años volaban. Y hoy, a mis veintidós años, sigue acelerando el paso, y parece que nunca se agotará de llevar tan agitado ritmo.
Bueno, para esa duda que todos tenemos del porqué del transitar tan rápido del tiempo conforme crecemos,  hay una explicación económica:
Como buen estudiante de economía, empezaré con los supuestos: supongamos que Pedro nació el lunes  1ero de enero del año 2000 a las 00:00 horas. Pedrito tuvo que haber cursado todo el lunes (con sus 24 horas) para poder tener un día de viejo; es decir, para él, su primer día le representará el 100% de tiempo que ha estado en éste mundo.  Si él desea llegar a las 00:00 del miércoles, necesita cursar todo el martes, es decir 24 largas horas, o sea, repetir el 100% de su vida. Si lo logra, tendrá 48 horas en su haber, que ahora serán su nuevo 100%. Comparemos su parámetro del tiempo contra mí para que nos demos una idea de su percepción: yo tengo veintidós años; y repito, para Pedro, el cursar su segundo día le implicó doblar su tiempo, lo que para mí significaría tener que esperar hasta mis cuarenta y cuatro años… Continuemos con el ejemplo. Si Pedrito desea ser ambicioso y anhela llegar al jueves, necesitará sobrevivir otras 24 horas, que ahora le representan tener que vivir la mitad de su tiempo total. En mi caso significaría tener que esperar hasta mis treinta y tres (once años).  Ahora supongamos que Pedro acaba de cumplir los seis, pero ansía los siete porque entonces podrá irse de vacaciones a Disney con su familia.  Él tendrá que esperar 1/6 del tiempo que ha vivido, o sea el 16.66% del total de su vida. Si yo quiero esperar un año, tendré que aguantar 1/22 de mi total transcurrido, es decir, el 4.5% de mi vida… Para mí será más rápido. Y así continúa el transcurrir del tiempo, haciéndose cada vez más corto, hasta el punto en que la muerte nos alcance.
No es coincidencia que la mayoría de los niños pequeños respondan en fracciones cuando se les pregunta su edad: “Tengo cuatro y medio”. Ahora entendemos esa tan atinada lógica. Por eso conforme crecemos tendemos a ignorar esos decimales, pues cada vez nos parecen más insignificantes. Sería extraño oír a un señor contestar que tiene 33 años y un cuarto.
Así que a aquellos que cuando tienen un mal día dicen: “El peor y más largo día de mi vida”, ya les pueden contestar que en teoría, no.  El más largo fue el primero y el segundo. El primero porque no se tiene referencia con respecto al tiempo; no hay parámetros, pues sólo se sabe cuánto dura un día hasta que éste acaba. Ya teniendo una definición de la palabra “día”, se puede pasar a la segunda jornada, que implica redoblar esa cantidad vivida; otro largo 100%. A partir de ahí, comienza la muerte.

La gente dice que se nos pasa más rápido el tiempo por las actividades que implica llevar una vida adulta. Pero siguiendo la lógica recién enseñada, no. Les aseguro que un indigente, sin empleo ni actividades, envejece a la misma tasa que a la de los ocupados.  Así que les tengo buenas y malas noticias: la mala es que el tiempo jamás se les pasará lento nuevamente, y al contrario cada vez avanzará más rápido; les rendirá menos. La buena es que es que se han dado cuenta ahora, y si tienen planes futuros ya pueden empezar a planearlos, pues el futuro se les irá en un parpadear.

Viéndolo desde un punto de vista más matemático hay otra explicación: la continuidad. La vida en este planeta no envejece día a día, hora tras hora, ni a cada millonésima de segundo, no. No cesa, es continua, siempre ocurre.  Uno cree que al siguiente año se verá más grande, pero curiosamente, mientras lo dice, se añeja. En términos matemáticos: se asume erróneamente la discrecionalidad; no hay números enteros.  Gráficamente puede verse de la siguiente forma:






La línea azul representa lo que la mayoría de la gente cree: piensa que a equis año se verá de tal forma física, planeando cómo cree que estará en el futuro, y mientras lo espera, no sucede nada, cree que no cambia en el trayecto; la clásica pregunta: “¿Cómo te ves en cinco años?”. Pero entonces llega a su edad objetivo, y plantea uno nuevo, y así continuamente va perdiendo tramos de su vida.  Matemáticamente: sólo se mueve en números enteros, es discreto.
La realidad la representa la curva naranja: significa que la vejez aumenta conforme el tiempo avanza; jamás cesando. Si uno logra ver la vida de esta manera podrá aprovechar cada momento de ella, no perderá tramos, vivirá más. Una vez un muy buen amigo me dijo que la felicidad está en el camino, y no en la meta. Bueno, la línea naranja modela ese pensamiento. Y claro que es bueno tener objetivos, pero mientras se busca lograrlos, es importantísimo no olvidar que se va perdiendo vida, y con ésta, oportunidades. De ti depende que de anciano no repitas la primera frase de éste artículo con lástima.


Publicado por Alejandro Limón Portillo.

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