Nota escrita por Alejandro Limón Portillo
The economist: “Escandinava
es el mejor lugar para nacer, pero sólo si eres promedio. Si tienes talento
promedio, ambiciones promedio, sueños promedio, entonces te irá bien. Pero si
eres extraordinario, con grandes sueños y visiones, o sólo un poco distinto,
serás aplastado, si no es que emigras primero”.
Dinamarca alguna vez controló
toda Escandinavia pero poco a poco fue perdiendo territorio. Primero perdieron
el sur de Suecia en 1658. En 1801 Inglaterra los atacó con fines de defenderlos
de los franceses. Seis años después, los mismos ingleses bombardearon
Copenhague por la amenaza de una posible alianza danesa - napoleónica. En 1814,
perdieron Noruega a manos de Suecia. En 1864 se vieron forzados a dejar sus
territorios del sur (hoy norte de Alemania) en manos de los prusianos. Con
éstos últimos perdieron 1/3 de su territorio y ½ de su ingreso potencial. Con
el tiempo también perdieron pequeñas colonias en India y las Antillas, mientras
las islas Faroe buscaban su independencia. Lo último que perdieron fue Islandia
a manos del “liberador” alemán Hitler, quién al invadir Dinamarca en abril de
1940, dio la independencia a los islandeses. Dinamarca era ya tan pequeña y
frágil que no tuvo otra opción más que aliarse con el partido nazi.
Muchos autores ligan éstas
pérdidas de territorio a la personalidad del danés de hoy en día. Como dice el autor e investigador de
los escandinavos Michael Booth: “Denmark
losses were her making; this common misfortune drew them together in a desire
to avoid all further changes”. Estas
pérdidas les instalaron un miedo al cambio y a fuerzas externas que hoy tienen
en su ADN; desde entonces no tienen ambiciones, se encierran en ellos mismos e
ignoran lo que sucede en el mundo externo. Éstas cosas les ha hecho poder
aprovechar al máximo sus recursos, valorar los placeres sencillos de la
comunidad (el concepto “hyyge”); celebrar su “Danishness”, etc.
El hecho de haber construido una
de las sociedades más exitosas del mundo a partir de un territorio realmente
pequeño y destruido les ha traído un orgullo enorme. Una parte de ese rotundo
éxito social fue la “Denmark´s Great School Commission”, hecha a mediados de
1850. Fue el primer sistema nacional
de escuelas primarias en Europa, fundados bajo el lema: “Teaching them regardless of their social rank and occupation… they
belong to one people, and as such have one mother, one destiny and one purpose”. El resultado es que 90% de la población tiene aproximadamente el mismo
nivel de vida, y como veremos a continuación, esta igualdad en ingresos
quizás resulte ser la columna vertebral de la felicidad danesa.
Según Joseph Stiglitz (premio
nobel de economía, año 2001) el coeficiente de Gini (grado en que la riqueza de
la población diverge del punto de total igualdad) no sólo refleja qué tan
igualitaria es una sociedad, sino qué tan feliz y saludable es su gente. Podría
decirse que quizás es la suma de la felicidad humana.
El danés tiene una facilidad
descomunal para relacionarse entre daneses, independientemente de la clase
social/económica de otras personas. Los daneses pertenecen a más asociaciones,
clubs, uniones, grupos, redes
sociales que cualquier otra nacionalidad: 43% de la gente (>16 años)
pertenece a algún grupo. En
promedio, cada danés tiene 11.8 personas en su red personal, y pertenecen en
promedio a 3 asociaciones/sociedades. Incluso esto se promueve en el Acta
General de Educación, donde la autoridad da asistencia, fondeo y apoyo gratis
en lo relacionado a la asociación de grupos. Estás asociaciones entre
ciudadanos promueven la confianza, la cual se ha mantenido a la alza durante
los últimos 50 años; no por nada son los menos corruptos del mundo. No debe ser coincidencia que las personas
más felices sean algunas de las más sociables y las que más confianza tienen.
¿Y qué hacer para fomentar la
confianza? ¿la igualdad económica promueve confianza, o viceversa? Esa es la
pregunta del millón. Lo cierto es que los experimentos hablan por sí solos: En
1996 se hizo un experimento de dejar carteras tiradas a lo largo de varias
ciudades, y al final se contaban cuántas regresaban. Resultó que los países
donde la gente decía que confiaba más en el prójimo fue donde más carteras se
regresaron. Cuarenta carteras fueron tiradas, y sólo en Noruega y Dinamarca las
40 fueron regresadas. A manera de actualizar el experimento, TV2 (canal de TV
danés) hizo el mismo experimento en el
2010 en Copenhague, pero no se pudo terminar, pues en el momento en que se
caían las carteras, corrían a regresarlas.
Pero la confianza no es sólo un
tema social. Tiene fuerte influencia en la economía: se estima que la confianza en Dinamarca le ahorra al sistema de
justicia 15,000Kr ($36,000 MXN) por persona al año. Además, si hay confianza en la sociedad, menor necesidad
de burocracia, y por lo tanto menores
costos de transacción. Entre
empresas también es fundamental; comparten sus conocimientos y secretos
entre ellas. Se dice que la industria de turbinas eólicas creció así en los 70,
para convertirse hoy en la líder mundial.
Las industrias que requieren
trabajadores muy calificados también se benefician: a mayor necesidad de
trabajo calificado, mayor la dificultad de monitorear, por lo tanto la
confianza se vuelve fundamental. Por eso países con alta confianza como
Dinamarca, Finlandia y Suecia atraen muchas empresas farmacéuticas y de
electrónica. De hecho Dinamarca, dado que no tienen mucho que exportar, vende
esa confianza como capital humano. Christian Bjornskov, profesor de la Universidad de Aarhus, dice: “That´s what German businesses see in us.
They have realized that it is cheaper to employ highly skilled workers here”.
Pero entonces, ¿de dónde viene esa tendencia a confiar?, ¿viene inmersa
en el cerebro danés?, ¿es un legado de su terrible pérdida de territorio?, ¿fueron
los vikingos?, ¿es por su estado de bienestar? No se tiene una respuesta única;
al parecer es una combinación de todas ellas.
Bjornskov dice que los niveles de
confianza viene de años anteriores a las guerras mundiales, y que la cohesión
social y la confianza dieron paso a que se pudiera instalar el sistema de
bienestar: “Si quieres redistribuir la
riqueza, es más fácil en una sociedad con altos niveles de confianza, porque se
tiene la certeza de que se usará eficientemente”. Agrega: “Dinamarca tiene poca desigualdad y la mayor
felicidad, pero si hubiera una correlación, esperarías que fuera lo mismo para
otros países con baja desigualdad, pero no lo es; va más allá de eso”.
Bjornskov estudió los niveles de
confianza en los estados de EUA. Minnesota tuvo los más altos, y es casualmente
el estado con más inmigrantes escandinavos. Incluso Milton Friedman ha llegado
a hablar de esto: un sueco de izquierda le dijo una vez que en Suecia no tenían
pobreza; Friedman contestó: “Qué
interesante, porque en EUA, entre los suecos, tampoco tenemos pobreza”
dándole a entender que el éxito de su país se debía más a su cultura y genes
que a sus políticas sociales.
Como en todo, siempre hay dos
caras de la moneda. El profesor Ove Kaj Pedersen de la Copenhaguen Business
School dice que los niveles de confianza vienen del estado de bienestar que el
gobierno promueve: “Confías en el vecino
porque sabes que paga los mismos impuestos que tú, y sabes que cuando él se
enferma, le dan el mismo tratamiento que a ti. Confianza es saber que
independientemente de la edad, sexo, riqueza, clase social o religión, tendrás
las mismas oportunidades que tu vecino. No tienes que competir contra él o
tenerle envidia. No tienes que aventajarte para ganarle. El estado de bienestar
es la innovación más importante de cualquier país después de la posguerra.
Antes de ellas, Dinamarca estaba muy
dividida: 25% de la población tenía los más altos ingresos, y otro 25% los más
bajos; ahora tenemos 4% en los máximos, y 4% en los mínimos”.
Wilkinson y Pickett,
epidemiólogos, usando datos del BM, observaron la directa correlación entre
desigualdad de ingreso y problemas sociales como obesidad, crimen, abuso de
drogas, enfermedad mental, depresión, estrés, etc. Observaron que EUA, Reino
Unido y Portugal (países con menor igualdad), donde el top 20% gana hasta 9
veces más que el último 20%, son los países más afectados por este tipo de
enfermedades sociales. Concluyen diciendo que la desigualdad germina estrés
tanto en ricos como en pobres, y que el bienestar de la población es
interdependiente (dependen unos de otros). Sin embargo la correlación directa
no implica causalidad. Pero si su teoría es real, entonces el país más feliz del mundo debería de ser
aquel con mayor igualdad, pero ese no es el caso: Dinamarca ocupa el 6to lugar
en igualdad. Aunque quizás esa diferencia de 5 lugares se deba a la subjetividad de la palabra “felicidad”. Como dice Michael Booth: “Para un estadounidense decir que no es
feliz, es un fracaso. Para un japonés decir que es feliz, es ser presumido”.
Pero investigar sobre eso es tarea de antropólogos, y no de economistas.
Ante esta brecha entre igualdad y
felicidad, los epidemiólogos se vieron forzados a buscar nuevas respuestas, y
argumentaron que los indicadores de salud son más objetivos que las encuestas
que preguntan “qué tan feliz eres”. Pero Dinamarca tampoco es el modelo a
seguir en el sector salud; según el World Cancer Research Foundation, tienen
las tasas más altas de cáncer en el mundo (326 casos por cada 100,000). También
tienen la menor esperanza de vida de los países nórdicos, y una de las tasas de
alcoholismo más altas de Europa. Entonces la salud no juega un papel
protagonista en la felicidad humana.
Ante tanta incertidumbre sobre las
razones de que los daneses sean tan felices, Michael Booth ofrece una respuesta:
una vez que la sociedad sobrepasa un
cierto nivel de igualdad, lleva a rendimientos decrecientes de felicidad, y por
lo tanto otros factores toman mayor importancia en la determinación de la
felicidad de la población.
Impuestos:
Aunque ya escribí en notas
anteriores sobre el sistema impositivo, repaso algunos y escribo nuevos para recordar los costos que implica
el estado de bienestar:
Los daneses son los que más pagan
por comprar bienes en tiendas (42% más que el promedio de Europa), los que más
pagan por autos (180% sobre el valor del auto, y el petróleo está gravado con
75%), los que más pagan por comer en restaurantes (150% más), etc. En cuanto al ISR, el impuesto base
es de 42%, pero puede llegar hasta 56%. Si se es dueño de una casa, 5% del
valor de ésta se va a impuestos de propiedad. Según un reporte de Deloitte, si
se toman en cuenta costos de crédito, agua, calefacción, mantenimiento y demás,
los daneses pagan 70% más por tener una casa que el promedio europeo. Y si usas
electricidad, se añade 76.5% a la cuenta. Por si fuera poco, el IVA es de 25% y
está grabado en todo, desde comida hasta libros. Entonces, entre impuestos
directos e indirectos se obtiene una cifra que va desde el 58% hasta el 72%; o
sea el danés puede decidir sobre 1/3 de sus ingresos.
Y no, no ganan en la misma
proporción. Están en 6to lugar de la OCDE en ingresos brutos, detrás de EUA e
Irlanda por ejemplo.
Aunque defiendan los altos
impuestos como perros (sería ilógico no hacerlo si más de la mitad de la
población trabaja en el sector público), no pasan desapercibidos para Laffer:
La curva de Laffer nos dice que
si la carga impositiva aumenta, aumentará la recaudación, pero pasado un punto
máximo, la gente dejará de pagar impuestos, y a medida que los impuestos
crezcan, menos gente pagará, y la recaudación caerá:
Y cuando la gente deja de pagar
impuestos surgen los mercados negros, y los daneses, sorprendentemente, son
fans de ellos. Según la Rockwool Foundation Research Unit, más del 50% de los
daneses reportaron haber comprado bienes o servicios sin pagar impuestos
(generalmente a turcos) en el último año. Otro 30% admitió que comprarían si
una oferta decente se les hubiera presentado. Ove Kaj Pedersen dice que es un
dato conocido por el gobierno, pero así mismo ignorado; destruir el mercado
negro aniquilaría al sector privado, pues está hecho de empresas muy pequeñas
que van de 5 a 7 empleados. De hecho, el 76% de las compañías danesas tiene
menos de 19. Hacerse de la “vista gorda” resulta más sano e inteligente para la
economía.
Otro factor que quizás sea causa
de la felicidad danesa es la deuda privada, donde ocupan el primer lugar
mundial. Los daneses deben, en promedio, 310% de su ingreso anual, más que el
doble del portugués o español, y el cuádruple de los italianos. “Porqué ahorrar
si todo lo paga el estado?” es la lógica danesa. No se tienen que preocupar por
ahorrar, la salud y educación ya la tienen garantizada; sólo consumen. Además,
Dinamarca tiene el sistema de pensiones más grande del mundo, y un seguro de
desempleo extraordinario: 90% del último sueldo, con duración de hasta dos
años. Los daneses apodan a éste sistema “Flexicurity”,
haciendo alusión a la flexibilidad que tienen las empresas de despedir a la
gente sin necesidad de previo aviso y con poca compensación, junto con la
seguridad que el mercado laboral ofrece en tiempos de desempleo. En términos
más económicos: prácticamente no tienen
restricción presupuestaria, por lo tanto la utilidad es altísima (en
economía utilidad y felicidad es básicamente lo mismo). ¿Qué otra razón quieren
para no ser felices?
Leyendo esto puede parecer que
los impuestos son hermosos, ¿no? Bueno, se quedan cerca de serlo cuando son usados
eficientemente por el gobierno, pero no terminan de serlo porque sacrifican
productividad. En el 2013 un estudio reveló que los daneses estaban trabajando
incluso menos de 29 horas a la semana, o sea alrededor de 1550 horas al año, o
sea 190 horas menos a la semana que el promedio de la UE! Sólo a manera de
confirmarlo, la Rockwool Research Fund registró la actividad de empleados en
diversas empresas danesas cada 10 minutos para comparar lo que decían que trabajaban vs lo
que en realidad hacían. El estudio reveló que la mayoría de los daneses son
flojos, y que mentían sobre ello. También reveló que a niveles más altos, menor
productividad; los CEO´s resultaron ser un descaro. Aunque horas hombre no
signifiquen necesariamente productividad, sí están en alguna proporción
relacionadas, y más si se tratan de 190 horas menos por persona laborando. Y es
que la economía nos lo dice una y otra vez: todo es incentivos. “¿Para qué trabajar más duro, si sólo pagaré
más impuestos?” Dinamarca se ha hecho víctima de su propio éxito.
Escribí brevemente sobre el
concepto “hygge” en mi nota pasada,
pero retomaré nuevamente para explicar los efectos que tiene en la sociedad y
en la economía:
Hyyge define un estado de relajación, informal, de amigos, con vino,
fogatas, velas y cervezas; es el “estar a
gusto” en su máxima expresión. Pero la palabra esconde un secreto: dado que
la idea es estar en confianza y relajados, no se deben tocar temas políticos ni
controversiales; y como se busca el hygge
lo más posible, pocas veces se hablan de temas profundos e importantes. Es una
forma en que los daneses ponen una barrea entre ellos y el resto del mundo,
para sentarse cómodos a beber vino y comer chocolates. Es la mejor manera de
desviar temas controversiales o incómodos. Platiqué del caso Ayotzinapa, y fui
tan ignorado como los padres de los estudiantes. Hoy en día esa pasividad de
los daneses es preocupante, y Bjornskov no deja de mencionarlo; se le preguntó
qué era lo que más temía sobre el futuro de Dinamarca, y contestó: “La complacencia. Tenemos éste problema
masivo con el estado de bienestar, pero la gente sólo se sienta y espera a que
el problema desaparezca (influencia del “hygge”). Tengo miedo de que nos continuemos
mintiendo, haciéndonos creer que somos más listos, ricos y felices que el país
vecino, hasta el punto en que acabemos como los griegos.” El hygge
es un ejemplo de cómo los eventos sociales influyen en la economía de un país.
¿Qué los hace felices? La pregunta queda sin una única respuesta.
Hay varios datos que pueden guiar a ella: la
igualdad de ingresos, la igualdad de género, la falta de corrupción, la alta
confianza entre la sociedad, su historia (y la influencia que tiene en su
mentalidad), el estado de bienestar, su postura ante la deuda privada, las
pocas horas que trabajan y su bajo estrés laboral que el sistema “flexicurity”
ofrece, la sociedad y su vocablo (hyyge), la igualdad de oportunidades (en
educación principalmente), seguridad (2° país más seguro del mundo), etc. Lo
interesante es que hay pruebas que demuestran con correlaciones que algunas de
éstas variables, tomadas individualmente, no concuerdan con los resultados de
la felicidad. Por lo tanto podemos decir que se trata de un modelo multivariado
(de múltiples variables). Es una mezcla de tanto cosas buenas como malas, pero
que ambas añaden una pisca a la receta. Es una combinación de un sinfín de
ingredientes, un compuesto que no requiere orden y que por tanto es flexible,
que puede incluir cientos de ingredientes y no incluir otro centenar, y aun así
puede llegar al mismo resultado, porque el resultado no es único, y si no lo es,
entonces debe de tener distintas definiciones, pero no las tiene; todos la
llamamos felicidad, pero todos la
vemos distinta, porque es una palabra tan delicada que está sujeta a juicios
distintos; “cada cabeza un universo”,
dicen. Llamémosla como la llamemos, en el idioma que sea, pero todos sabemos a
qué nos referimos cuando hablamos de ella. Curioso, ¿no? En pleno siglo XXI,
estando todos interconectados a todo momento, y no hemos logrado ponernos de
acuerdo sobre su definición. No hemos logrado fijar una única descripción sobre
lo que nos es más importante como especie humana, sobre lo que es para muchos
la razón de ser. Claro es que lo hemos intentado; genios, pensadores e
intelectuales lo han abordado, y aun así millones difieren. Hemos encontrado
funciones de utilidad que se le asemejan, pero aún nos da miedo llamarla
“función de felicidad”. Quizás no sea necesario definir. Quizás baste con
sentirla. Pero ante tanta incertidumbre hay algo de cierto en todo: eso que
gozan los daneses, y en general todos los escandinavos, es bueno, y es sin duda
mejor que tener delincuencia, corrupción, desigualdad y violencia. Eso que
tienen los nórdicos no los tienen las economías BRIC, ni el “Mexican Moment”
que tanto se ha prometido, tampoco los tigres asíaticos, ni EUA con su
capitalismo de libro, eso existe sólo en el muy norte de Europa, y si queremos
tener algo similar, debemos de voltear a verlos, porque ahí, ahí en esas
tierras frías, mojadas y nubladas, es donde está la gente que se ha acercado
más a encontrar la definición de felicidad, la que tantos siglos hemos buscado,
por la que hemos muerto y enloquecido, por la que vivimos.
Referencias:
1.- Booth, Michael. The
almost nearly perfect people. London: Jonathan Cape, 2014.
2.- Helen Dyrbye,
Steven Harris, Thomas Golzen. Xenophobe´s guide to the Danes. Ed.
Catriona Tulloch Scott. Kobenhavn: Xenophobe´s, 2013.
Primero lo bueno: Espectacular. Extremadamente interesante, creo que es un artículo que he buscado por años encontrar y leer. Muy buen trabajo, te admiro. Excelente.
ResponderEliminarLo malo (que en realidad no es nada, solo mi arrogancia y necesidad de figuración): Es paradójico eso de la felicidad danesa con la tasa de suicidios más alta del mundo en Groenlandia. ¿Qué ocurrirá ahí?
Gini. Muy Joseph Stiglitz y premio nobel será y todo lo que quieran, pero el gini mide desigualdad de ingreso y se acabó. Ahora que todos los economistas de tianguis/combi/metro hagan extrañas hipótesis sobre su significado es un problema de su educación estadística, hasta aritmética, lamentable. A veces leo cada cosa que digo: Dios mío, si el pobre gini ya parece prostituta haciendo todo lo que se les ocurra a políticos/economistas/opinologos/etc.
Me molesto cuando mencionaste que investigar sobre qué es la felicidad es un tema de antropólogos. Es un tema de economistas, antropólogos, políticos, ingenieros, médicos, obreros. Personas. Pero después me di cuenta que no pensabas realmente eso, al leer lo que me quedaba por leer.
En fin, gran trabajo. Me intriga qué te motiva a escribir cuando veo 0 comentarios. La verdad es un gran artículo. Te expreso mi más sincera admiración.
Saludos.