Otra comparación de políticas sociales y económicas entre México y Dinamarca
Artículo escrito por Alejandro Limón Portillo.
Quizá la solución viene desde la cocina. “Ellas lavan platos, ropa, cocinan, y se dedican a la casa. ¿Nosotros? Nosotros les llevamos el pan”. Error, mexicanos, el científico Geert Hofstede[i] descubrió que sociedades con mayor equidad de género resultan ser más felices. Y como recordarán, en mi artículo pasado vimos dos ejemplos de cómo Dinamarca lidera el rubro: mujeres con mejores resultados académicos que varones y una política de maternidad que incluye forzosamente al padre. Los resultados de felicidad ya los conocemos.
Quizá la solución viene desde la cocina. “Ellas lavan platos, ropa, cocinan, y se dedican a la casa. ¿Nosotros? Nosotros les llevamos el pan”. Error, mexicanos, el científico Geert Hofstede[i] descubrió que sociedades con mayor equidad de género resultan ser más felices. Y como recordarán, en mi artículo pasado vimos dos ejemplos de cómo Dinamarca lidera el rubro: mujeres con mejores resultados académicos que varones y una política de maternidad que incluye forzosamente al padre. Los resultados de felicidad ya los conocemos.
Cada año, el World Economic Forum publica el Global
Gender Gap Report[ii],
un índice de medición de igualdad de género, donde el número 1 representa la
total igualdad, y el 0 lo opuesto. Los cinco primeros lugares de este año los
lideran los nórdicos: Islandia (.859), Finlandia (.845), Noruega (.837), Suecia
(.816) y Dinamarca (.802). Y, “¿dónde
están las señoras de la casa?”, diría
Peña Nieto. Bueno, están en la lavandería buscando un arduo 80° lugar, y
reprobando la materia con un .6900 (usando la escala del sistema Tec de
Monterrey). Así es, detrás de países como Senegal, Israel, Botsuana, Kazakstán,
Kenia, etc. Usar la comparación de esta manera no es un insulto hacia esos
países, sino un cumplido. Es admirable que con considerablemente menos recursos
que nosotros logren superarnos en este ámbito.
Hofstede definió los valores
masculinos como: acción, jerarquía, poder y nacionalismo, y los nombró
“verticales”. A los femeninos (horizontales) les asignó colaboración,
intuición, comunidad e igualitarismo. En su estudio observó que los países
felices tienden a tener una estructura de valores horizontales (ej. Suecia,
Dinamarca, Islandia), mientras que países con valores verticales (ej. Japón,
Corea del Sur, Turquía) son muy inferiores en términos de felicidad. Basándome
en la teoría de Hofstede, encuentro una posible explicación a esto:
Las sociedades
que tienen baja igualdad de género tienden a beneficiar más al varón, el cual
tendrá relativamente un más fácil acceso a puestos altos que la mujer. Esa
sociedad tendrá roles laborales: hombres irán a producción y mujeres tendrán el
papel de apoyo. Este sistema de apartar a las mujeres de altos puestos carga
mucho estrés al hombre, que convive (compite) con otros hombres (de la misma
sociedad) con mismo esquema de valores verticales. Entonces la jornada laboral
se convierte en un juego de guerra de desgaste (en teoría de juegos se llama war of attrition). Pero todos en algún
momento nos cansamos de competir. Sin embargo el trabajo no es un juego, y uno
no puede simplemente retirarse, la mayoría tiene ataduras económicas y debe
continuar laborando. Y, ¿qué es, sino una disminución de la felicidad, el tener
que trabajar a la fuerza? El sistema de patriarcado hace al mismo hombre su
víctima, teniendo como resultado que la mujer, libre del mismo, resulte más
feliz. Pero Dinamarca no juega a esto, y los resultados hablan por sí solos.
Así que caballeros, podemos empezar por lavar los platos esta noche.
Siendo Suecia vecino de Dinamarca
considero que vale la pena comentar brevemente las medidas que tomaron para
reducir la prostitución[iii],
más aún cuando en Estocolmo, la capital, a solo cinco años de introducir la
política, se redujo la cantidad de prostitutas en 2/3, y la cantidad de
clientes en un 80%. Pero, ¿cómo lo hicieron? Penando el exceso de valores
verticales. Los suecos consideran la prostitución como un acto de agresión del
hombre hacia la mujer, que continuará siempre y cuando haya demandantes del
servicio, pero si se logra penalizar al comprador, se acabará con la demanda, y
pronto con la oferta. Se crearon agentes de policía encargados solo de ese
asunto, y se les capacitó a profundidad a base de educación; tenían que
convencerse de que la prostitución era un daño a la mujer. Un sistema de
incentivos (becas por dejar la labor) que motivaba a las prostitutas a dejar su
labor, y una campaña para educar a la población en general, respaldaron el
movimiento. Reduciendo valores verticales minimizaron la prostitución,
aumentaron igualdad de género y confirmaron que esta sí contribuye a mejorar el
bienestar de la población.
¿Neoinstitucionalistas económicos?
Estos países nórdicos son el vivo
ejemplo de cómo las instituciones afectan al país. En el caso de la igualdad de
género, el buen diseño de la institución correspondiente hizo que la situación
de las mujeres cambiara, que se modificaran actividades laborales de la
población, que mejorara el nivel de
felicidad nacional y que la cultura evolucionara, cambiando entonces el ADN del
país. Quizás el “mandarlas al diablo” no
sea la mejor solución tanto para gobernar un país como para ganar votos,
¿verdad AMLO?
Sucede lo mismo en México,
nuestras instituciones nos definen. El IMSS, el CONACYT, la COFECO, SEDESOL, el
INEGI, el INE (antes IFE), la SEP, la CONADE, entre otras, determinan nuestra
educación, salud, acceso a bienes y servicios, seguridad, democracia, economía
y demás, que son sin duda el alma de México. Pero, ¿qué tanto nos afectan? A
continuación un ejemplo:
Teniendo una
mala institución encargada de la educación obtenemos niños sin una preparación
necesaria para laborar profesionalmente. Al no ser requeridos por la economía
caen al desempleo, de donde les surgirán dos opciones:
a)
Buscar un oficio
b)
Dedicarse a la delincuencia
Si siguen la
opción A, tendremos oficios que resultan ser típicamente mexicanos (algunos
traspasados de generación en generación): boleadores de zapatos, organilleros,
mariachis, manejadores de trajineras, malabaristas de semáforo, preparadores de
esquites, micheladas y espiropapas con limón y salsa, taqueros, carpinteros,
productores de dulces de leche y hasta vendedores de películas piratas.
Si siguen la
opción B tendremos lo que en estos últimos meses hemos vivido intensamente:
inseguridad. Niños que descubrieron que la delincuencia paga más que muchos
(¿todos?) oficios. Puede ser desde un ladrón de un celular en un concierto, sin
si quiera un arma blanca, hasta la mano derecha del Chapo Guzmán, controlando
estados enteros de la República.
Claro que para elegir alguno de
esos caminos influyen muchas cosas más, pero esto solo es un ejemplo de cómo
teniendo aunque sea sólo una institución deficiente, en este caso la de educación,
se crea cultura, ya sea buena o mala. ¿Qué sería de nosotros como mexicanos si
tuviéramos una SEP, una CONADE, un IFE (ahora INE) de primerísima calidad? A
ciencia cierta tendríamos más premios Nobel; los mexicanos somos inteligentes:
nada menos el 9/11/14, donde niños mexicanos ganaron la competencia de robótica
en la NASA[iv],
por ejemplo. Tendríamos muchos más deportistas destacados de los que tenemos,
pues talento hay, pero no suficiente apoyo e infraestructura. Tendríamos muy
probablemente otros gobernantes, y con ellos otras políticas y otros destinos.
Tendríamos posiblemente muchos menos desempleados, y sin ellos, muchos menos
boleadores de zapatos, organilleros, mariachis, manejadores de trajineras,
preparadores de esquites… ¿Cuál sería entonces nuestra imagen nacional si nos quedásemos
sin ellos?
Cambiaríamos, claro, pero quizá
para algo mejor. Dinamarca no tiene poco tiempo de ser un país desarrollado, y
cuenta con mucha historia y cultura detrás de sí:
·
Sus vikingos.
·
Mitos y leyendas sobre troles.
·
Hygge:
(en términos mexicanos) la situación y el momento de estar “a gustísimo”.
·
El popular Janteloven:
los 10 mandamientos de la igualdad. En términos mexicanos, nadie puede ser
mamón.
·
La cultura LEGO: así es, es una empresa danesa,
el nombre proviene de: leg godt, que
significa juega bien, haciendo alusión a ser honesto.
·
Christiana: ciudad hippie dentro de Copenhague;
el Green light district, único lugar
del mundo donde no hay leyes, se prohíben solo 4 cosas: no armas, no policías,
no metanfetaminas, no correr.
·
Fama de ser ambientalistas, y casualmente las
personas más felices del mundo.
·
Estatus social: donde se busca ser clase media y
el snob no existe.
·
Su manera directa de hablar: no está en su deber
dar explicaciones a nadie; solo usan el sorry
en situaciones extremas, y no existe traducción directa de “por favor” al
danés, pues no lo usan, ellos exigen.
·
Su frialdad: un apretón de manos es más que
suficiente.
·
El ciclismo.
·
El handball:
deporte nacional.
·
Los jardines del Tivoli: jardines excéntricos
muy adornados dentro del parque de diversiones, rodeado de música, cafés,
amigos, shows, arlequines; muy hygge.
·
Snaps:
bebida alcóholica a base de papas.
·
Cerveza: Carlsberg, Tuborg, y las cervezas
navideñas.
·
Alianza con Alemania en la Segunda Guerra
Mundial.
·
El delicioso pan danés.
·
El altísimo consumo de tocino: Dinamarca tiene
casi el doble de cerdos que de habitantes.
·
El dannebrog:
serenata que entre amigos se llevan para festejar las bodas de plata.
·
El sistema de prisiones: “Trátalo agresivamente, agresivo responderá”, la mayoría de los presos, mientras cumplen sentencia pueden ir a
sus casa en fines de semana y manejar sus negocios vía teléfono o
correspondencia.
·
Literatura: Hans Chrisitian Andersen y otros 2
premios Nobel en el área.
·
El Royal
Danish Ballet.
·
Las sinfonías de Carl Nielsen.
·
Skagen: la ciudad de intelectuales, al norte de
Dinamarca, donde pintores y músicos de toda Europa van a inspirarse.
·
La Reina Margrethe y toda la monarquía.
·
Su nivel de no-corrupción: el más alto del mundo
(como vimos en mi nota pasada).
Esto, y mucho más moldea la
cultura danesa para hacer a un danés lo que es, y sus instituciones están
detrás. Dinamarca nos da el ejemplo de que desarrollarse no implica eliminar
tradiciones y cultura. México evolucionaría con instituciones eficientes;
nuestros gustos e intereses cambiarían, y como consecuencia nuestra oferta de
bienes, servicios e industrias. Seríamos otros, a menos de que todos nuestros
oficios se practiquen por placer, y no por necesidad, pero ese es un misterio
que solo quienes los ofician saben.
Así que, otra explicación al por
qué de la felicidad de los daneses es por el diseño y desempeño eficiente de
sus instituciones. Si los mexicanos queremos escalar en el índice de felicidad
podemos empezar por trabajar en mejorarlas.
Se mencionaron algunos datos
sobre el sistema de educación danés en mi nota pasada, pero no escribí sobre
los créditos educativos. Pero, ¿qué necesidad hay de que existan si el servicio
es gratuito (hasta la maestría) y todos los alumnos tienen una beca mensual de
MXN $13, 000?
La idea principal es para que el
estudiante complemente sus estudios (una segunda licenciatura, segunda maestría
o PhD) o su formación en general. Como ejemplo de esta última puede ser el caso
de mi compañero de piso, quien solicitó un crédito para poder ir a Nueva York a
tocar con su banda en una gira por EUA. Como estos préstamos los ofrece el
estado, su objetivo no es que sea una fuente fuerte nacional de ingresos, por
lo que las tasas son bajas (generalmente 4%, pero el Parlamento las puede
modificar según casos específicos). Tienen un lapso de 15 años después de la
graduación para terminar de pagar[v].
Como podemos ver, Dinamarca da
todos los incentivos para que sus ciudadanos estudien. Nuevamente: si queremos asemejarnos a ser un
país desarrollado (y feliz), la educación es uno de los pilares que hay que
mejorar.
Pero tanta educación requiere un
descanso, ¿no?. El hecho de que se tengan precios altos en todo el país, más el
hecho de todos estudien mucho, hace que nazcan los Friday Bars. Se puede tener una conferencia interesante a mediodía
de un viernes común en el auditorio de una facultad, pero 12 horas después,
allí mismo, se abre una barra donde se ofrecen bebidas mucho más baratas que en
los bares de la ciudad, donde los alumnos y profesores pueden beber barato en
un ambiente relajado e intelectual. En Aarhus, la ciudad donde vivo
actualmente, el mejor y más famoso es el de Matemáticas. Y casualmente
Filosofía, su eterno rival histórico, es quien le ofrece más competencia, pues
vende las cervezas más baratas de toda la ciudad, y posiblemente las de toda
Dinamarca: 5 DKK, o MXN $12.5. Química, medicina y teología no se quedan
detrás, pero quienes sí lo hacen son los bares de la ciudad. Tal es la victoria
de los Friday Bars sobre antros de la
ciudad, que el gobierno ha prohibido que todas las facultades abran todos los
viernes, así que ahora se turnan: un fin abre negocios, el siguiente derecho,
después matemáticas, etc.
La justificación legal para beber
dentro de, incluso salones, es fomentar la red de contactos, donde los estudiantes
puedan convivir con profesores y alumnos de distintas áreas y edades, lo que
aumenta la probabilidad de que el alumnado tenga un futuro exitoso. Incluso hay
empresas que financian los Friday Bars para
atraer a los estudiantes más brillantes[vi].
Quizá la estrategia les funcione,
pues sin duda sus estudiantes le resultan ser productivos a la economía, pero
no sin altos costos sociales. Vimos en mi artículo pasado que Dinamarca figura
en el primer lugar de alcoholismo juvenil, y era claro esperar que después de
la graduación siguieran bebiendo: el Global
status report on alcohol and health 2014[vii]
ubicó a Dinamarca en sexto lugar, de las 194 naciones pertenecientes a la ONU,
en mayor consumo de alcohol per cápita. Beben 89.9 litros de cerveza per cápita
anual, y 13.5 de alcohol puro.
Y como el viejo dicho dice: “Una
cosa lleva a otra”, el alcoholismo puede llevar a la depresión[viii],
donde las cosas se complican, y ya no se curan con chilaquiles o clamatos.
Quizás el no ver el sol por tanto tiempo los deprima, o quizá es un error o
evolución en la prescripción de los medicamentos, como dice The Guardian[ix]
en una nota del año pasado, pero es un hecho que en Dinamarca el consumo de
antidepresivos aumentó en más del 140% del año 2000 al 2011 (85 dosis diarias
por cada 1000 habitantes). Quizás hemos sido unos tontos y no se nos ha
ocurrido que para ser felices hay que erradicar la infelicidad, pues también
Noruega (58 dosis diarias/1000 habitantes), Finlandia (70), Suecia (79) e
Islandia (106, con el 1° lugar) están por sobre la media de la OCDE[x]
en consumo de los mismos. Quizá ahorita mismo los machistas ya estén buscando una
correlación positiva con el nivel de igualdad de género. Muchas cosas se podrán
inferir, pero no olvidemos que en este periodo de once años se vivió en el
mundo la segunda peor crisis económica de la historia. Con este punto en mente
vemos que el consumo en Portugal y España, entre el año 2007 y 2011 aumentó en
un 23%, y en Alemania un 46%. Aunque esto explique en parte el comportamiento,
hay otros factores detrás, como el exceso de recetas de antidepresivos, o la
capacidad de que curen ya otras enfermedades asociadas[xi],
pero es un hecho que algo anda mal en torno a este tema en estas sociedades
“alegre – depresivas”.
Con el alcoholismo y los
antidepresivos confirmamos nuevamente que no existe utopía viviente. Ser de las
sociedades más igualitarias en términos de género y clase económica, tener
instituciones de primera clase, apoyo casi infinito para la educación, y las
muchas otras cosas que vimos en mi artículo pasado, no garantizan un paraíso.
Todo conlleva un costo.
La buena noticia es que la utopía
no es necesaria para tener felicidad. Lo que sí es necesario para alcanzarla,
según el Happiness Research Institute (HRI)[xii]
es una receta con 8 ingredientes: confianza, seguridad, riqueza, libertad,
trabajo, democracia, sociedad civil y balance vida-trabajo. Como podemos ver,
son muy similares a los patrones que la OCDE toma para su Better Life Index, por lo tanto hay algo de correcto en que esos
patrones lleven a la felicidad. Pero encuentro algo muy curioso en la
perspectiva que tienen hacia la confianza y libertad:
Les gusta
tener confianza en la gente: dejan a sus bebés en las carriolas afuera de las
tiendas, los supers tienen productos
afuera del edificio, dejan puestos de negocios sin atender, sabiendo que el
cliente tomará un producto y pagará lo debido. Confían. Si hacen esto es porque
no les gustar tener vigilancia. Pero a la vez les repudia que algunas personas
tomen ventaja de esto (y de otros sistemas, como el pago de impuestos), por lo
que instalan vigilancia para asegurarse de que el sistema en general funcione.
Si este funciona como debe, entonces alcanzan la felicidad suprema; trabajan
los 8 pistones que encienden la economía danesa, y eso los manda al paraíso.
Modelado en una gráfica podría verse de la siguiente manera:
Me hubiera gustado graficar lo
mismo para el caso de México, pero por lo que se ha vivido en el país en los
últimos meses no estoy seguro qué tan conforme esté la gente con el sistema de
vigilancia/seguridad. Por lo menos sabemos que para los ciudadanos de
Ayotzinapa la gráfica sería totalmente distinta.
Para cerrar este segundo artículo
sobre mi estancia en Dinamarca, solo quiero exponer mi reflexión sobre lo
comentado vs. lo que se ha vivido recientemente en México:
Vivir en un país que tiene los
mejores estándares de vida lleva a pensar que se ha viajado al futuro. Un
futuro donde hay ciudadanos evolucionados preocupados por el desarrollo de la
sociedad, de su economía y del medio ambiente. Si se camina por el callejón más
cerrado de Ribe, o por la avenida principal de Copenhague se puede sentir que
no hay problemas; que ya todo está arreglado; que ya llegamos a la meta. Sin
embargo esto no es el futuro, es el mismo presente que vive México a miles de
kilómetros de distancia. Mientras acá se subsidia el tour de una banda de rock
estudiantil, con fines académicos, en Ayotzinapa desaparecen 43 estudiantes. El
contraste es fuerte, pero se puede usar a nuestro favor: podemos traer cosas
del “futuro”, pero con la ventaja de escoger qué llevarnos y qué no. Dinamarca
y sus hermanos nórdicos han hecho experimentos que les han funcionado de
maravilla, pero han conllevado costos que nosotros ya observamos y podemos
evitar. Quizá hayamos pecado de Free-Riders,
pero si ya lo hicimos entonces tomemos ventaja. Podemos llevarnos a Guerrero
políticas educativas, a Sinaloa políticas de seguridad, al DF políticas
ambientalistas. Podemos “extrapolar” lo mejor de estos países y evitar
desastres como los recién vividos. Podemos depurarlas y dejar los
antidepresivos en los escandinavos. Tenemos la receta y los efectos secundarios.
Dejemos de ser necios y tomémonos la medicina, mi México.
Referencias
[i] http://scholarworks.gvsu.edu/cgi/viewcontent.cgi?article=1014&context=orpc
[ii] http://reports.weforum.org/global-gender-gap-report-2014/rankings/
[iii] http://justicewomen.com/cj_sweden_sp.html
[iv] http://mexico.cnn.com/tecnologia/2014/11/09/ninos-mexicanos-triunfan-con-proyectos-en-el-centro-espacial-de-la-nasa
[v] http://www.su.dk/English/Sider/agency.aspx
[vi] http://alcoholcultureindenmark.webbyen.dk/
[vii] http://www.who.int/substance_abuse/publications/global_alcohol_report/en/
[viii]
http://www.apa.org/centrodeapoyo/alcohol.aspx
[ix] http://www.theguardian.com/society/2013/nov/20/antidepressant-use-rise-world-oecd
[x] http://www.oecd.org/els/health-systems/Health-at-a-Glance-2013.pdf
[xi] http://www.huffingtonpost.es/2013/11/21/antidepresivos-espana-consumo-decada_n_4315552.html
[xii] http://www.happinessresearchinstitute.com/danish-happiness-explained/4578972751
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