lunes, 7 de abril de 2014

El mercado de la felicidad: un óptimo no paretiano.

La razón de porqué no todo el mundo puede ser feliz.

El mundo es cerrado. Cerrado como un balón inflado al que no le puede entrar nada, siendo esta su mayor limitante, la cual hace que sus recursos sean finitos. Y ¿qué sucede cuando los recursos son contados y la gente busca conseguirlos para sobrevivir? Nacemos los depredadores.

Creo que todos sabemos cómo funciona el orden económico actual en que todos nos movemos, en el que para conseguir algo se debe pagar, y para hacerlo se necesita dinero, el cual se obtiene trabajando. Ésta es básicamente la teoría del flujo circular del ingreso, en donde todos los países capitalistas estamos inmersos. Sabemos que los precios suben y bajan, que en algunos lugares se vende y en otros no, que hay productos de toda calidad posible; lo dominamos. ¿Pero hemos reflexionado sobre el mercado de un bien, el cual absolutamente todos buscamos, muchas veces sin rumbo, y que es finalmente el único que alimenta el alma?

Los limones, los autos, las computadoras; son mercados que, me atrevo a decir, son iguales que el de  la felicidad. Escribo “me atrevo” porque es una simple conjetura propia. Sin embargo, la idea principal de éste artículo está respaldada por teoría económica que tiene muchos años de estudio detrás: Pareto, Edgeworth, Walras, y demás. Ellos darán más credibilidad a éste tema tan propenso al debate.


¿Qué significa para un atleta que lleva entrenando años el clasificar a unos Juegos Olímpicos? ¿Qué significa que al estar compitiendo por una plaza laboral, con gastos atados al cuello,  se reciba de pronto una llamada confirmando el puesto? ¿Qué significa estar esperando un trasplante de corazón mientras de repente éste llega al hospital? ¿Qué significa para un abogado sacar a un cliente de la cárcel? Ni más ni menos que felicidad.

Es aquí donde a muchos les viene a la mente la idea de que la felicidad es subjetiva. Y sí, lo es totalmente. Pero lo que no es subjetivo es la lucha que todos hacemos por los contados recursos que nos hacen felices a nuestra única e individual manera. Quizás suene duro, pero recordándoles la idea de que el mundo es cerrado como un balón, nuestros recursos son contados, y por lo tanto no todos podemos ser felices. Les contaré a manera breve y sencilla un concepto económico que nos será de mucha utilidad para entender ésta última idea: La eficiencia en el sentido de Pareto.


Vilfredo Pareto fue un economista, político y sociólogo, que creó un concepto al que puso su apellido: ”El óptimo de Pareto”. Él dijo que una asignación es eficiente en el sentido de Pareto cuando cada uno de los agentes disfruta del mayor bienestar posible, dadas las utilidades (felicidad) de los demás. O sea, el punto óptimo de bienestar será cuando no se pueda mejorar la felicidad de alguien, sin tener que empeorar la de otro, y por tanto, no será posible mejorar el bienestar de todo el mundo.  Esto tiene lógica, pues tenemos que luchar entre nosotros por conseguir lo que deseamos. Aunque claro, la gente civilizada no pelea, comercia. ¿Y por qué lo hace? porque uno tiene algo que el otro no, y viceversa, y cuando alguno de ellos lo anhela, se encuentra dispuesto a intercambiar con el fin de conseguir lo que desea (asumiendo que lo que desea lo hace feliz). Visto así, los bienes y servicios son “intermediarios de la felicidad” con los que se puede negociar; es un intercambio puro. Sin embargo no siempre se negocian productos y servicios…


Analicemos un poco los casos de las personas que puse anteriormente:
  • Para un atleta (que llamaremos Miguel) el conseguir un boleto a juegos olímpicos después de años de entrenamiento, implica que tuvo que haber vencido a otros atletas para poder ser campeón. Su victoria implicó crear un 2do lugar, que sin duda estará insatisfecho por no haber clasificado a los juegos  Sin embargo les firmo que Miguel será ahora de las personas más felices del mundo. No es un óptimo paretiano.
  •  Para un desempleado (que llamaremos Pablo), con una esposa y tres hijos que mantener, el conseguir un empleo digno significa la total felicidad: podrá alimentar a su familia. Sin embargo, para obtenerlo, Pablo tuve que convencer a la empresa contratadora de que él era el mejor candidato para el trabajo, dejando desempleada a una persona que quizás tampoco podía alimentar a su familia, haciendo que no sea un óptimo paretiano.
  •    Para María, con una hija en grave necesidad de un trasplante de corazón, la llegada de uno le implica la total felicidad. Sobra decir la tristeza que implicó para otras personas… No es un óptimo paretiano.
  • Para un abogado, Rodrigo, sacar a un cliente de prisión le implica obtener un pago que lo hace feliz. Además consiguió la libertad del reo, quien seguramente estará realizado con la labor de Rodrigo. Sin embargo, asumiendo un estado de derecho honesto, la libertad no es lo que merece el convicto, pues por un acto incorrecto él entró al penal. Alguien no estará contento al saber que su atacante estará libre en las calles. No es un óptimo paretiano.

Bien dice el escritor y psicoterapeuta argentino Jorge Bucay: “La felicidad es la certeza de no sentirse perdidos”.


A manera de resumen: “Si yo me muevo, te afecto. Si tú te mueves, me afectas”.  En palabras coloquiales, éste es el punto óptimo de Pareto, donde la sociedad goza del mayor bienestar posible. Pero siendo realistas ¿ante metas (juegos olímpicos), necesidades (empleos), urgencias (trasplantes de corazón), cuestiones de trabajo (abogado-preso), realmente nos preocupamos por el bienestar común? ¿O por nosotros mismos? En la mayoría de los casos la felicidad no se acopla al concepto. Y ésta es una de las razones de porqué Adam Smith (el padre de la economía) y los miles de liberales que le han seguido, creen que el hombre se mueve por su propio beneficio: es un depredador. Thorstein Veblen, institucionalista económico, en su muy interesante libro “La teoría de la clase ociosa”, dice: “Esas comunidades que no tienen una clase depredadora, son generalmente grupos pequeños y de estructura arcaica simple; son por lo general pacíficos y sedentarios: son pobres y la propiedad individual no es una característica principal de su sistema económico”.

Como escribí al principio del artículo: ésta es una conjetura propia. Existe teoría económica (muy matemática) detrás de ella, pero no trata exactamente sobre la felicidad; lo que hice fue simplemente adaptarla a ella. Sin embargo, teorías de Pareto, de equilibrios walrasianos, de intercambios en cajas de Edgeworth, tienen aún muchas críticas: es un tema sensible el de la justicia de la distribución, ya sea de productos o de felicidad. Pero no se preocupen, hoy hay personas que continúan la búsqueda de una función de bienestar social que considere la ética y justicia distributiva. Esperemos vivir para conocerla.


“Si eres feliz, escóndete. No se puede andar cargando de joyas por un barrio de mendigos. No se puede pasear una felicidad como la tuya por un mundo de desgraciados”.- Alejandro Casona.


Artículo escrito por Alejandro Limón Portillo.


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