La razón de porqué no todo el mundo puede ser feliz.
El mundo es cerrado. Cerrado como
un balón inflado al que no le puede entrar nada, siendo esta su mayor
limitante, la cual hace que sus recursos sean finitos. Y ¿qué sucede cuando los
recursos son contados y la gente busca conseguirlos para sobrevivir? Nacemos
los depredadores.
Creo que todos sabemos cómo
funciona el orden económico actual en que todos nos movemos, en el que para
conseguir algo se debe pagar, y para hacerlo se necesita dinero, el cual se
obtiene trabajando. Ésta es básicamente la teoría del flujo circular del
ingreso, en donde todos los países capitalistas estamos inmersos. Sabemos que
los precios suben y bajan, que en algunos lugares se vende y en otros no, que
hay productos de toda calidad posible; lo dominamos. ¿Pero hemos reflexionado
sobre el mercado de un bien, el cual absolutamente todos buscamos, muchas veces
sin rumbo, y que es finalmente el único que alimenta el alma?
Los limones, los autos, las
computadoras; son mercados que, me atrevo a decir, son iguales que el de la felicidad. Escribo “me atrevo” porque es una simple conjetura propia. Sin embargo, la
idea principal de éste artículo está respaldada por teoría económica que tiene
muchos años de estudio detrás: Pareto, Edgeworth, Walras, y demás. Ellos darán
más credibilidad a éste tema tan propenso al debate.
¿Qué significa para un atleta que
lleva entrenando años el clasificar a unos Juegos Olímpicos? ¿Qué significa que
al estar compitiendo por una plaza laboral, con gastos atados al cuello, se reciba de pronto una llamada confirmando el
puesto? ¿Qué significa estar esperando un trasplante de corazón mientras de
repente éste llega al hospital? ¿Qué significa para un abogado sacar a un
cliente de la cárcel? Ni más ni menos que felicidad.
Es aquí donde a muchos les viene
a la mente la idea de que la felicidad es subjetiva. Y sí, lo es totalmente.
Pero lo que no es subjetivo es la lucha que todos hacemos por los contados
recursos que nos hacen felices a nuestra única e individual manera. Quizás suene duro, pero
recordándoles la idea de que el mundo es cerrado como un balón, nuestros
recursos son contados, y por lo tanto no todos podemos ser felices. Les contaré
a manera breve y sencilla un concepto económico que nos será de mucha utilidad
para entender ésta última idea: La eficiencia en el sentido de Pareto.
Vilfredo Pareto fue un
economista, político y sociólogo, que creó un concepto al que puso su apellido:
”El óptimo de Pareto”. Él dijo que una asignación es eficiente en el sentido de
Pareto cuando cada uno de los agentes disfruta del mayor bienestar posible, dadas
las utilidades (felicidad) de los demás. O sea, el punto óptimo de bienestar
será cuando no se pueda mejorar la felicidad de alguien, sin tener que empeorar
la de otro, y por tanto, no será posible mejorar el bienestar de todo el mundo.
Esto tiene lógica, pues tenemos que
luchar entre nosotros por conseguir lo que deseamos. Aunque claro, la gente
civilizada no pelea, comercia. ¿Y por qué lo hace? porque uno tiene algo que el
otro no, y viceversa, y cuando alguno de ellos lo anhela, se encuentra dispuesto
a intercambiar con el fin de conseguir lo que desea (asumiendo que lo que desea
lo hace feliz). Visto así, los bienes y servicios son “intermediarios de la
felicidad” con los que se puede negociar; es un intercambio puro. Sin embargo
no siempre se negocian productos y servicios…
Analicemos un poco los casos de
las personas que puse anteriormente:
- Para un atleta (que llamaremos Miguel) el conseguir un boleto a juegos olímpicos después de años de entrenamiento, implica que tuvo que haber vencido a otros atletas para poder ser campeón. Su victoria implicó crear un 2do lugar, que sin duda estará insatisfecho por no haber clasificado a los juegos Sin embargo les firmo que Miguel será ahora de las personas más felices del mundo. No es un óptimo paretiano.
- Para un desempleado (que llamaremos Pablo), con una esposa y tres hijos que mantener, el conseguir un empleo digno significa la total felicidad: podrá alimentar a su familia. Sin embargo, para obtenerlo, Pablo tuve que convencer a la empresa contratadora de que él era el mejor candidato para el trabajo, dejando desempleada a una persona que quizás tampoco podía alimentar a su familia, haciendo que no sea un óptimo paretiano.
- Para María, con una hija en grave necesidad de un trasplante de corazón, la llegada de uno le implica la total felicidad. Sobra decir la tristeza que implicó para otras personas… No es un óptimo paretiano.
- Para un abogado, Rodrigo, sacar a un cliente de prisión le implica obtener un pago que lo hace feliz. Además consiguió la libertad del reo, quien seguramente estará realizado con la labor de Rodrigo. Sin embargo, asumiendo un estado de derecho honesto, la libertad no es lo que merece el convicto, pues por un acto incorrecto él entró al penal. Alguien no estará contento al saber que su atacante estará libre en las calles. No es un óptimo paretiano.
Bien dice el escritor y
psicoterapeuta argentino Jorge Bucay: “La felicidad es la certeza de no
sentirse perdidos”.
A manera de resumen: “Si yo me
muevo, te afecto. Si tú te mueves, me afectas”.
En palabras coloquiales, éste es el punto óptimo de Pareto, donde la
sociedad goza del mayor bienestar posible. Pero siendo realistas ¿ante metas
(juegos olímpicos), necesidades (empleos), urgencias (trasplantes de corazón),
cuestiones de trabajo (abogado-preso), realmente nos preocupamos por el
bienestar común? ¿O por nosotros mismos? En la mayoría de los casos la
felicidad no se acopla al concepto. Y ésta es una de las razones de porqué Adam
Smith (el padre de la economía) y los miles de liberales que le han seguido,
creen que el hombre se mueve por su propio beneficio: es un depredador. Thorstein
Veblen, institucionalista económico, en su muy interesante libro “La teoría de
la clase ociosa”, dice: “Esas comunidades que no tienen una clase depredadora,
son generalmente grupos pequeños y de estructura arcaica simple; son por lo
general pacíficos y sedentarios: son pobres y la propiedad individual no es una
característica principal de su sistema económico”.
Como escribí al principio del
artículo: ésta es una conjetura propia. Existe teoría económica (muy
matemática) detrás de ella, pero no trata exactamente sobre la felicidad; lo que
hice fue simplemente adaptarla a ella. Sin embargo, teorías de Pareto, de
equilibrios walrasianos, de intercambios en cajas de Edgeworth, tienen aún
muchas críticas: es un tema sensible el de la justicia de la distribución, ya
sea de productos o de felicidad. Pero no se preocupen, hoy hay personas que continúan
la búsqueda de una función de bienestar social que considere la ética y justicia
distributiva. Esperemos vivir para conocerla.
“Si eres feliz, escóndete. No se
puede andar cargando de joyas por un barrio de mendigos. No se puede pasear una
felicidad como la tuya por un mundo de desgraciados”.- Alejandro Casona.
Artículo escrito por Alejandro Limón Portillo.
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