Artículo escrito por Axel Chávez Godínez.
Como es
bien sabido, el estudio de la economía se encuentra dividido en dos principales
ramas que son complementarias entre sí. Me refiero a la macroeconómica y la microeconómica.
La macroeconomía
se enfoca en el estudio de los agregados, siendo sus
principales sujetos de estudio las regiones, países o la economía global. Por
otro lado se encuentra la microeconomía, la cual se enfoca en el estudio de los
agentes, como son individuos, empresas, industrias, etc. Pero un economista
debe tener consideración por ambas ramas de estudio ya que, así
como los agregados económicos son formados por individuos, ellos son influenciados por la
actividad económica global. Sin
embargo, si se trata de repartir méritos, no
es ningún secreto que la microeconomía goce de un creciente prestigio, pues
incluso entre los mismos economistas se visualiza como un campo de conocimiento
que no es comprensible por completo (seamos honestos). En contraparte la macroeconomía ha sido muchas veces
cuestionada (en especial tras 2008), además de que constituye el canal perfecto
de censura por parte de los no economistas hacia los economistas. ¿Pero cómo comenzó todo? y ¿cuáles
son los orígenes del problema? Puestas
las cartas sobre la mesa comenzaré mi reflexión.
La
economía como ciencia surge de una pregunta que para 1776 inquietaba ya a más
de una persona. De hecho la pregunta era tan difícil
de responder que hizo falta un libro para intentar darle respuesta; el libro, al igual que la pregunta,
se titula “La naturaleza y causa de la
riqueza de las naciones”. El autor, Adam Smith, pretendía explicar cuáles
eran los elementos que hacían posible a una nación prosperar y generar riqueza
a sus habitantes. Aunque hoy en día el contexto de esa pregunta se encuentre en
el centro de estudio de la macroeconomía, en los tiempos de Adam Smith (e
incluso durante muchos siglos después) no existía tal diferencia entre la macroeconomía
y la microeconomía, pues la recién nacida ciencia económica amalgamaba a ambas
ramas de una forma muy cuestionable.
Durante
casi siglo y medio, la ciencia económica continuó
evolucionando sin distinción entre los elementos macro
y micro, hasta 1928 cuando la economía
llegó a su límite, al no poder dar explicación alguna a lo acaecido durante la Gran Depresión. Afortunadamente en 1936, John Maynard Keynes publicó su Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero, con lo cual nace la macroeconomía como la conocemos hoy en
día. Con este nuevo enfoque el estudio de
los agregados económicos sufrió
un gran desarrollo y evolución sin
precedentes (en especial durante los años
cincuenta). Con esto se sumó al acervo económico una terminología
cada vez más técnica, con palabras como incoherencia
dinámica, convergencia condicional, renta permanente, NAIRU, regla de Taylor, ahorro
precautorio, paseo aleatorio, ajuste escalonado de precios, entre otras,
pasaron a engrosar las filas de las herramientas y modelos a disposición de los
economistas para dar una explicación acertada del entorno macroeconómico que
los rodea.
El
desarrollo de la macroeconomía fue tan basto, que algunos modelos aparentemente
comenzaron a contradecir a otros. Rápidamente los desaciertos de los economistas dejaron de ser el
desconocimiento o la falta de referentes teóricos para dar explicaciones a la
realidad (debido a la oferta
teórica tan basta) y pasaron
a ser del propio economista, quién (que por desconocimiento, falta de análisis
o prejuicio) no usó la o las combinaciones de modelos que se ajustaban al
contexto que se dio a la tarea por estudiar.
Para
darnos una idea y remarcar el problema de la macroeconomía (o mejor dicho de
los economistas), el lector puede realizar el siguiente experimento consigo
mismo o con conocidos que sepan de economía. Pregunte qué pasaría si en su país
se implementa una política monetaria expansiva. Algunos seguramente responderán
en cuestión de segundos, y como si se tratara de una receta, que al implementar
una política monetaria expansiva se incrementa la producción y el nivel de
precios (se experimentará inflación). Por otro lado, con algo de suerte el
lector encuentre a alguien que argumente al igual que Friedman en su trabajo The Role of Monetary Policy y le
responda que, como la política monetaria no fija las variables reales, es
posible que no se experimente cambio alguno en la producción y solo se tengan
repercusiones inflacionarias. Sin embargo sería extraordinario el caso en el
cual, previo a dar una respuesta, el entrevistado examine la credibilidad de la
autoridad monetaria, así como el contexto de los componentes cíclico y
tendencial de las variables agregadas (con base en lo expuesto por Edward
Prescott) y pueda argumentar (si los datos así lo demuestran) que el cambio en
la política monetaria no tendrá repercusiones significativas de algún tipo en
la economía.
Las tres
posibilidades antes mencionadas dan respuesta a la misma pregunta y son
sustentadas por distintas explicaciones arraigadas fuertemente en la teoría
macroeconómica. Sin embargo se generan tres escenarios en extremo distintos. Entonces
¿cuál constituye el problema para dar con la respuesta acertada? Será el
economista con sus respectivas restricciones, ya sean de índole ideológica, de falta de análisis o de información.
En
resumen debemos visualizar a la macroeconomía como una herramienta para el
economista, pues solo así nos será posible descubrir que los desaciertos en la
materia son causados por el usuario.
Antes de
finalizar quisiera compartir una anécdota personal. Hace menos de un año, un
par de amigos y yo nos dimos la tarea de realizar una propuesta de política
monetaria para someterla ante un jurado; queríamos vernos audaces, pero sin
contradecir nada de lo estipulado por la teoría macroeconómica. Por esta razón,
examinamos la credibilidad de la autoridad monetaria y separamos las variables
macroeconómicas principales según su tendencia y ciclo; después de analizar los
datos nos dimos cuenta que era posible efectuar una política monetaria
expansiva sin que tuviera mayores repercusiones en la economía. Sustentado nuestro
argumento, nuestra mayor sorpresa nos la llevamos a la hora de darnos cuenta
que nuestro peor enemigo constituyó aquella creencia casi incuestionable que
existe entre una política monetaria expansiva y el surgimiento de inflación. Sin
embargo nuestra mayor satisfacción surgió semanas después cuando el banco
central decidió (por azares del destino) llevar a cabo una política monetaria
expansiva, misma que hasta hace unas semanas continúa reiterando. Desde
entonces ni el crecimiento ni la inflación han aumentado. Entonces, ¿la
macroeconomía debe ser desechada? No,
solo se deben visualizar todas las posibilidades.
No hay comentarios:
Publicar un comentario