miércoles, 2 de julio de 2014

¿Cuál es el error: la macroeconomía o los economistas?

Artículo escrito por Axel Chávez Godínez.

Como es bien sabido, el estudio de la economía se encuentra dividido en dos principales ramas que son complementarias entre sí. Me refiero a la macroeconómica y la microeconómica.

La macroeconomía se enfoca en el estudio de los agregados, siendo sus principales sujetos de estudio las regiones, países o la economía global. Por otro lado se encuentra la microeconomía, la cual se enfoca en el estudio de los agentes, como son individuos, empresas, industrias, etc. Pero un economista debe tener consideración por ambas ramas de estudio ya que, así como los agregados económicos son formados por individuos, ellos son influenciados por la actividad económica global. Sin embargo, si se trata de repartir méritos, no es ningún secreto que la microeconomía goce de un creciente prestigio, pues incluso entre los mismos economistas se visualiza como un campo de conocimiento que no es comprensible por completo (seamos honestos). En contraparte la macroeconomía ha sido muchas veces cuestionada (en especial tras 2008), además de que constituye el canal perfecto de censura por parte de los no economistas hacia los economistas. ¿Pero cómo comenzó todo? y ¿cuáles son los orígenes del problema? Puestas las cartas sobre la mesa comenzaré mi reflexión.

La economía como ciencia surge de una pregunta que para 1776 inquietaba ya a más de una persona. De hecho la pregunta era tan difícil de responder que hizo falta un libro para intentar darle respuesta; el libro, al igual que la pregunta, se titula “La naturaleza y causa de la riqueza de las naciones”. El autor, Adam Smith, pretendía explicar cuáles eran los elementos que hacían posible a una nación prosperar y generar riqueza a sus habitantes. Aunque hoy en día el contexto de esa pregunta se encuentre en el centro de estudio de la macroeconomía, en los tiempos de Adam Smith (e incluso durante muchos siglos después) no existía tal diferencia entre la macroeconomía y la microeconomía, pues la recién nacida ciencia económica amalgamaba a ambas ramas de una forma muy cuestionable.

Durante casi siglo y medio, la ciencia económica continuó evolucionando sin distinción entre los elementos macro y micro, hasta 1928 cuando la economía llegó a su límite, al no poder dar explicación alguna a lo acaecido durante la Gran Depresión. Afortunadamente en 1936, John Maynard Keynes publicó su Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero, con lo cual nace la macroeconomía como la conocemos hoy en día. Con este nuevo enfoque el estudio de los agregados económicos sufr un gran desarrollo y evolución sin precedentes (en especial durante los años cincuenta). Con esto se sumó al acervo económico una terminología cada vez más técnica, con palabras como incoherencia dinámica, convergencia condicional, renta permanente, NAIRU, regla de Taylor, ahorro precautorio, paseo aleatorio, ajuste escalonado de precios, entre otras, pasaron a engrosar las filas de las herramientas y modelos a disposición de los economistas para dar una explicación acertada del entorno macroeconómico que los rodea.

El desarrollo de la macroeconomía fue tan basto, que algunos modelos aparentemente comenzaron a contradecir a otros. Rápidamente los desaciertos de los economistas dejaron de ser el desconocimiento o la falta de referentes teóricos para dar explicaciones a la realidad (debido a la oferta teórica tan basta) y pasaron a ser del propio economista, quién (que por desconocimiento, falta de análisis o prejuicio) no usó la o las combinaciones de modelos que se ajustaban al contexto que se dio a la tarea por estudiar.

Para darnos una idea y remarcar el problema de la macroeconomía (o mejor dicho de los economistas), el lector puede realizar el siguiente experimento consigo mismo o con conocidos que sepan de economía. Pregunte qué pasaría si en su país se implementa una política monetaria expansiva. Algunos seguramente responderán en cuestión de segundos, y como si se tratara de una receta, que al implementar una política monetaria expansiva se incrementa la producción y el nivel de precios (se experimentará inflación). Por otro lado, con algo de suerte el lector encuentre a alguien que argumente al igual que Friedman en su trabajo The Role of Monetary Policy y le responda que, como la política monetaria no fija las variables reales, es posible que no se experimente cambio alguno en la producción y solo se tengan repercusiones inflacionarias. Sin embargo sería extraordinario el caso en el cual, previo a dar una respuesta, el entrevistado examine la credibilidad de la autoridad monetaria, así como el contexto de los componentes cíclico y tendencial de las variables agregadas (con base en lo expuesto por Edward Prescott) y pueda argumentar (si los datos así lo demuestran) que el cambio en la política monetaria no tendrá repercusiones significativas de algún tipo en la economía.

Las tres posibilidades antes mencionadas dan respuesta a la misma pregunta y son sustentadas por distintas explicaciones arraigadas fuertemente en la teoría macroeconómica. Sin embargo se generan tres escenarios en extremo distintos. Entonces ¿cuál constituye el problema para dar con la respuesta acertada? Será el economista con sus respectivas restricciones, ya sean de índole ideológica,  de falta de análisis o de información.

En resumen debemos visualizar a la macroeconomía como una herramienta para el economista, pues solo así nos será posible descubrir que los desaciertos en la materia son causados por el usuario.



Antes de finalizar quisiera compartir una anécdota personal. Hace menos de un año, un par de amigos y yo nos dimos la tarea de realizar una propuesta de política monetaria para someterla ante un jurado; queríamos vernos audaces, pero sin contradecir nada de lo estipulado por la teoría macroeconómica. Por esta razón, examinamos la credibilidad de la autoridad monetaria y separamos las variables macroeconómicas principales según su tendencia y ciclo; después de analizar los datos nos dimos cuenta que era posible efectuar una política monetaria expansiva sin que tuviera mayores repercusiones en la economía. Sustentado nuestro argumento, nuestra mayor sorpresa nos la llevamos a la hora de darnos cuenta que nuestro peor enemigo constituyó aquella creencia casi incuestionable que existe entre una política monetaria expansiva y el surgimiento de inflación. Sin embargo nuestra mayor satisfacción surgió semanas después cuando el banco central decidió (por azares del destino) llevar a cabo una política monetaria expansiva, misma que hasta hace unas semanas continúa reiterando. Desde entonces ni el crecimiento ni la inflación han aumentado. Entonces, ¿la macroeconomía debe ser desechada? No, solo se deben visualizar todas las posibilidades.

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