Artículo escrito por Andrea Manzano García
Había una vez un mundo donde todas las personas eran perfectamente racionales. Realizaban todos los
esfuerzos para maximizar su utilidad, en otras palabras, su felicidad, e
intentaban minimizar sus perdidas. Para lograr su objetivo los individuos ejecutaban
procesos extenuantes incluso para tomar decisiones triviales. Por ejemplo; para
decidir que café comprar, tenían que valorar cada opción. Ellos hacían una
lista de posibles establecimientos a los que podrían ir. Los separaban por
ubicación, precios, diseño, atención del personal, etcétera. Después de la
agotante tarea de elegir una tienda, analizaban cuánta felicidad les provocaría
cada sabor, cada tamaño. En este mundo se ponderaban las opciones debido a
estimaciones dadas por valores y costos.
Bienvenidos al cosmos de la
economía; en el cual los agentes deciden debido a meticulosas reflexiones y no
se dejan persuadir por hábitos. Pero ¿verdaderamente somos sujetos
completamente racionales? Podrías
imaginar un mundo en donde cada decisión que tomes la tuvieras que someter a
tal escrutinio. La economía conductual es una de las ramas de la economía que
describe el comportamiento económico de los individuos desde un punto de vista,
digamos, más humano. Daniel Kahneman y Amos Tversky utilizaron psicología cognitiva
para evidenciar anormalidades en las que se supone eran decisiones económicas
racionales, fueron los cimientos de la economía conductual.
Para la economía tradicional
los precios son determinados por fuerzas de oferta y demanda. El punto en el
que intersecta el precio que el consumidor esta dispuesto a pagar y el que el productor
esta dispuesto recibir, es el que se establece. Pero Dan Ariely, uno de los
catedráticos más importantes de economía conductual, ha realizado muchos
experimentos que comprueban que los consumidores son facilmente manipulados.
Por supuesto, que conocemos tretas comunes como los descuentos; pero, hay otros
mas sutiles. En su libro Predeciblemente Irracionales pone un ejemplo en el que cuestiona nuestras supuestas preferencias
racionales.
Supongamos que al entrar a la
página de una editorial que frecuentamos mucho, ajá puede ser The Economist, se abre un cuadro de
información: 1) Suscribirse a todos los articulos web por un año $65 dólares. 2)
Recibir los ejemplares impresos por un año $120 dólares 3) Tener acceso a los
articulos web y además recibir los ejemplares impresos $120 dólares.
Lamentablemente si elegiste la tercera opción (como yo lo hice) fuiste víctima
de un truco. Ariely explica que lo más probable es que al estar visitando la página de internet de
la revista, seas un lector virtual, por lo tanto sería obvio que esa opción fuera
la que maximizara tu utilidad. Si las opciones fueran la virtual o escrita,
elegiríamos la de internet; pero, al aumentar una tercera variable que incluye
las dos parecería que es la más conveniente. Aunque realmente no queríamos las
impresiones. Así que basicamente es una estrategia de esa editorial para vender
los escritos.
Se llama efecto señuelo y
ocurre cuando tomamos decisiones con base en comparaciones. En esta, a una
elección de dos opciones se presenta una tercera estrictamente dominada por
otra de las dos. De pronto, mejora sustancialmente la alternativa dominante; y
aunque la tercera opción inducida sea totalmente mejor que solo una de ellas,
causa un efecto de percepción de supremacía sobre ambas.
Así como somos susceptibles
ante carnadas, también lo somos ante la presión social. Jim Yong Kim el
presidente del Banco Mundial ha declarado que utilizan esta armonía de datos
económicos y estudios conductuales para replicar modelos que han servido en
algunas partes del mundo. Por ejemplo: en los ultimos años de los noventas, el
gobierno colombiano quería reducir la tasa por utilización de agua. Se decretó
que se publicaría cuánta agua utilizaban diferentes personas, compañías, zonas
residenciales, y sectores de la población. El peso de saber que las
personas de su alrededor ahorraban agua
y de que la sociedad podria saber que alguien utilizaba de más causó un
decremento en la tasa de que persistió por muchos años.
Otro ejemplo del efecto de la
sociedad en nuestras decisiones es lo que ocurrió en Kenia. Debido a que eran
uno de los países africanos con mayores tasas de muertes por accidentes viales
buscaban disminuirlos. Pusieron mensajes en los autobuses en los que se
exhortaba a los demás conductores y peatones a gritarles a los conductores que
manejaban descuidadamente. Esto redujo
los reclamos de indeminzación de los seguros en un 50%
Entonces, bien, no habitamos
en el sublime cosmos de la economía debido a que nuestra racionalidad es
sumamente restricitiva. Gracias a ello
no repensamos toda la mañana que café tomar. Además, como observamos con los
ejemplos previamente señalados, nuestros “descuidos” en pensamientos
colectivos, como los que menciona Jim Yong, pueden ayudarnos a convivir mejor. Sin
embargo, podemos caer en tretas y autoengaños. Las buenas noticias son que ya
que nuestra racionalidad es potencial, podemos gobernarla si creamos hábitos
mentales para cuestionarnos sobre las conductas que tú, yo y el resto del mundo
repetimos.
Que buen articulo. Felicidades...
ResponderEliminarEs un artículo y tema muy interesante. Lo destaco porque rompe un poco con la retórica mecanica-deterministica que gobierna en muchas actividades científicas. Sería interesante ver como estos nuevos descubrimientos afectan la teoría económica instada y aceptada en nuestras universidades: teoría de juegos, mercados eficientes, teoría de bienes públicos y externalidades, etc.
ResponderEliminarEs muy importante observar el quiebre que se puede generar si otros métodos científicos, más acordes, toman roles protagónico en este tema, métodos diferentes a los que ya dominamos y conocemos, en especial el método heurístico, el cual puede darnos más luces en casos como estos, donde la investigación y deducción formal se nos ha quedado atrás.
Felicidades, muy interesante.